Educación ¿gasto o inversión?

Adove Stock

Empezaré por el final. Definitivamente, inversión. Y por muchas razones.

Primera, el significado. Las acepciones de ámbos términos son bien distintas. La Real Academia de la Lengua y Wordreference definen el término gasto como acción de gastar, es decir, emplear el dinero para comprar, consumir, estropear, desgastar algo, usar habitualmente. Sin embargo, la acción de invertir es ocupar un periodo de tiempo en algo, y, hablando de bienes de capital, se refiere a emplearlos en aplicaciones productivas. La diferencia entre ambos vocablos es obvia: invertir implica la obtención de beneficios futuros. Y esto es crucial en la educación, pues contribuye de manera notoria e ineludible al desarrollo de un país.  

Segunda, el desarrollo económico. Las grandes corporaciones pueden disponer de departamentos específicos para la formación de sus empleados, mientras que la pequeña y mediana empresa, motores indiscutibles de la economía, tienen muchas más dificultades para cubrir esa función. Este hecho actúa en detrimento de las empresas y también de las personas.

Tercera, el progreso social. El avance de una nación está asociado a la apuesta educativa sin ambajes. Tenemos mucho ejemplos de ello, baste recordar a Finlandia y a Corea del Sur que apoyaron la tecnología y la educación pública en los años 80 y 90 y son ejemplo de un desarrollo sostenible de alto nivel. El crecimiento económico va asociado a la calidad formativa de los ciudadanos. Todo ello tiene mucho que ver con la justicia social, expresión tan usada que se está desvirtuando.

Por último, unas impresiones personales. Hace unos días Patricia Tisner compartió un artículo, en facebook y en su blog, que comenté. Merece la pena, desde luego, leerlo y que se aprovechen las aportaciones de la tecnología en cualquier área. Pero la educación debe ser presencial, sobre todo, antes de la edad adulta. Esa asistencia es crucial por múltiples razones en las que no entraré.

He pensado en estos temas. y hoy no puedo resistirme a plasmarlo en blanco y negro. Un día -lejano ya- fui alumna en un colegio, he sido profesora en todos los niveles educativos de nuestro país, tengo hijos, y atiendo niños y familias en la sanidad pública desde hace más de 20 años. Así, por diferentes circunstancias, he conocido la educación desde muy distintas perspectivas. Y veo tan pocos cambios en todos estos años… Es desalentador asumir esa realidad. Me enerva el menosprecio general de la sociedad, de todos, no me refiero solo a los gestores, sino a todos nosotros. Me incluyo, claro. Es un tema esencial, y no lo reclamamos, cuesta digerir este hecho, aunque puedo entrever las razones. Reivindicar supone escribir a la administración, participar en los centros educativos, invertir nuestro tiempo. Delegar constantemente es el camino ya andado, y hay que buscar nuevas vías para conseguir llegar a la cima. Podemos tocar el cielo de mil y una maneras, pero hace falta creer en ello, y buscar otras rutas. Me gustaría tener esperanza, pero se tornaría en ingenuidad sin una actitud más activa de los contribuyentes. Los movimientos ciudadanos independientes van surgiendo, Teruel Exite, Huesca Suena, Soria Ya… Ojalá seamos capaces de organizarnos para proteger a “esos locos bajitos”, los niños, nuestros seres más queridos y vulnerables, y para dibujar entre todos un futuro mejor.  

Ibón de Tramacastilla, Huesca

No se que hora es

Tras haber conducido toda la noche, un exhausto conductor aparca a la orilla de la carretera para dormir un poco. Apenas acaba de acomodarse en el asiento cuando oye un golpecito en la ventanilla. Un adolescente vestido con ropa deportiva le pregunta qué hora es, y él, de mala gana mira su reloj y contesta:

– Las 8:10.

– Gracias –responde el chico, y se aleja corriendo-.

El conductor vuelve a cerrar los ojos, pero al poco rato se oye otro golpecito en el cristal.

– Perdone, amigo, ¿qué hora es? – le pregunta un excursionista-.

– Las 8:25.

Cansado de que lo interrumpan, escribe un letrero y lo pega en la ventanilla: «¡No sé qué hora es!”

Sin embargo, unos golpecitos lo despiertan de nuevo. Exasperado, le grita a un boy scout que está junto al coche:

– ¿Qué quieres?
Decirle la hora: son las nueve menos diez.

Selecciones,8/2006. Morrow, Leona

Reloj y cultura

Lleva tu cultura discretamente, como llevas el reloj en el bolsillo, sin sacarlo a cada rato para demostrar que lo tienes. Si te preguntan qué hora es, dilo; pero no lo proclames continuamente y sin que te lo pregunten, como hace el sereno.

Chesterfield, Philip Dormer Stanhope

Fe, confianza y reloj

Cierta tarde, Jim, de siete años, regresó del parque a su casa sin el trineo nuevo.
– «Se lo presté a un anciano y a un muchacho”, explicó. «Me lo devolverán esta tarde a las cuatro”.
Los padres del niño se disgustaron de que este hubiese entregado así un costoso trineo, pero, en el fondo, estaban orgullosos de la bondad del pequeño y de su fe en el prójimo.
Dieron las cuatro, y el trineo no apareció. Pero a las cuatro y media llamaron a la puerta. En el umbral se hallaban un señor y un niño, ambos muy contentos, con el trineo y, además, una caja de caramelos. Jim entró un instante en su cuarto y volvió en seguida, corriendo.
– «Muy bien”, dijo después de haber examinado el juguete. «Aquí tienen su reloj”

1973. S. F., B.