Cierta tarde, Jim, de siete años, regresó del parque a su casa sin el trineo nuevo.
– «Se lo presté a un anciano y a un muchacho”, explicó. «Me lo devolverán esta tarde a las cuatro”.
Los padres del niño se disgustaron de que este hubiese entregado así un costoso trineo, pero, en el fondo, estaban orgullosos de la bondad del pequeño y de su fe en el prójimo.
Dieron las cuatro, y el trineo no apareció. Pero a las cuatro y media llamaron a la puerta. En el umbral se hallaban un señor y un niño, ambos muy contentos, con el trineo y, además, una caja de caramelos. Jim entró un instante en su cuarto y volvió en seguida, corriendo.
– «Muy bien”, dijo después de haber examinado el juguete. «Aquí tienen su reloj”
1973. S. F., B.